Mi "Nunca Jamas" de afectos desmedidos, de ayudas no pedidas, de alegrias que escapan a nuestra posibilidad resultó un camino en el que casi desaparezco.
Campanilla se fue. pero me quedo con los niños, ellos llevaban razon, tan geniales siempre; "hay que luchar, hay que volar, hay que cacarear..."